El fútbol sigue siendo un deporte apasionante, demostrando que tiene ciertas particularidades que lo distinguen claramente de otros deportes. El mes pasado, tuve el privilegio de ver, por primera vez, un partido de la NBA en vivo con mis hijos y pudimos comprobar que es un show excelentemente organizado, muy bien diagramado y lleno de matices. En ningún momento uno se aburre ya que hay múltiples actividades dentro y fuera de la cancha, ni hablemos de la infraestructura para comer o tomar algo. Pero hay algo que no tiene, si el partido empieza a definirse, desaparece la pasión. Faltaba un minuto para terminar el encuentro entre Miami Heats y Boston Celtics, y los verdiblanco llevaban una ventaja de 9 puntos, inalcanzable generalmente. El estadio, que estaba en un 85/90%, quedó con no más del 15% de los espectadores. Se fueron casi todos, rápida y muy organizadamente – otra de las grandes virtudes, fácil y segura desconcentración. Mi hijo mayor me comentó: “…es bárbara la NBA, Pa, me encantó verla en vivo, pero no hay como el fútbol. Cómo se van a ir antes que termine el partido? Qué clase de hincha son?…” Es así, si hay algo que sigue siendo marca registrada en el fútbol es que el verdadero simpatizante siempre guarda esperanza de que su equipo vaya a ganar, aunque esté perdiendo y falten pocos minutos, o esté con un jugador menos o le hagan un gol en tiempo suplementarios. La esperanza es lo último que se pierde…
Y está claro que en el fútbol no se puede asegurar un ganador en forma tajante y taxativa. Hasta que el juez no toque el silbato, hay esperanza, hay posibilidades, no todo está perdido aún cuando parece perdido. Y para muestra, miremos lo que pasó el fin de semana pasado. Sin dudas, el fútbol volvió a mostrar por qué es tan particular. Varios equipos dieron vuelta el resultado y salieron triunfadores luego de ir perdiendo. En España, por ejemplo, los dos punteros empezaron perdiendo y terminaron ganando. Barcelona con Betis (3 – 2) y Real Madrid con Osasuna (4 -1). También pasó en Italia con, ahora, los dos que comandan la tabla. En el caso del Juventus, iba ganando y el Verona se lo dio vuelta 2 a 1. El caso del Inter fue más emblemático. Iba perdiendo el clásico 0 – 2 con Milan y terminó ganándolo 4 a 2! Impresionante. En la Superliga, el puntero Ríver arrancó 0 – 1 abajo vs Unión de visitante, y terminó llevándose el triunfo por 2 a 1. Y hubo otro partido donde también la lógica le dio paso a cierta irracionalidad o sorpresa. Racing logró una verdadera hazaña que será recordada por mucho tiempo. Se quedó con 9 jugadores al iniciar el segundo tiempo y faltando unos minutos para que termine el partido, logró el gol que lo llevó a un triunfo épico y glorioso. Yo hubiera titulado “Nueva regla académica y matemática: 9 son más que 11!”. Después, los nervios de los diablos rojos más compensaciones del referee hicieron que terminaran 9 contra 9, pero la proeza ya se había consumado. Y apareció el festejo blanquiceleste, los memes y las cargadas clásicas y típicas, parte del rico folklore que caracteriza al fútbol mundial y, especialmente, a nuestra idiosincrasia.
Una característica más de la semana pasada fue que la mayoría de los que dieron vuelta el partido, son equipos grandes, que no en vano demostraron por qué lo son. Estos equipos, en circunstancias adversas, sacan fuerzas de sus entrañas y terminan ganando un partido que a prima facie lo tenían como el gran derrotado.
Estos hechos son propios de este deporte y surgen espontáneamente, no son inventados ni planeados. Alcanzan una dimensión increíble, se les da un carácter épico, cual una verdadera hazaña o un milagro. Repito: no suelen verse ni en la NBA, ni el rugby, ni en el vóley ni en el hándbol. En estas disciplinas, cuando un equipo va ganando y queda poco tiempo, termina haciéndolo, generalmente.
No te des por vencido ni aún vencido. A mí particularmente siempre me pareció un lindo desafío cuando empezaba perdiendo algún partido. Me daba más fuerza y más ganas de darlo vuelta. Era como un sexto sentido que me decía: “… Ahora hay que ganar más que nunca …“ Y esta es una de las virtudes más importante más singulares y más reconocidas que tiene el fútbol en todo el mundo. Me acuerdo partidos como el de Manchester City con Tottenham Hospur x Champions, Alemania ganándole la final del mundo a Holanda en 1974, luego de haber recibido un gol a los 2 minutos y ningún jugador alemán haber tocado la pelota, un Boca Independiente en la Bombonera con Farías como protagonista, AAAJ con Independiente de la mano del Bichi Borghi. Y más recientemente, cómo Flamengo en 10 minutos le dio vuelta el partido a Ríver y se llevó la ansiada Copa Libertadores.
Podemos seguir haciendo memoria y aparecerán uno y mil casos similares. Son regla, no excepción, no se equivoquen. El que ganaba pasó a perderlo. El que perdía pasó a ganarlo. Como una Cenicienta que mágicamente tocada por una varita, pasó a ser la reina del baile de la noche. Eso sí. El partido termina antes de las 12, o sea, el hechizo queda firme, todo es alegría, todo es festejo y no hay zapatos (léase botines) que queden a la deriva de algún príncipe. Se festeja el gol agónico, el gol definitorio, el empate sobre la hora, el último penal atajado, la salvada en la línea o la mala puntería del 9 rival. Todo tiene el sabor de una epopeya inédita frente a un trámite adverso. «…Milagro en el área…» – dice algún relator popular. La satisfacción final se traduce en un desahogo de interminables abrazos, notas, gritos y hasta alguna que otra lágrima. Surgen memes, whatsapp y mensajes de texto por doquier. El estadio es pura emoción donde cada hincha es protagonista y actor principal, acompañados de miles de extras. Todo se transforma en un film exitoso, alcanzando un tinte cinematográfico, con un guion más que original, una puesta en escena inconmensurable y una fotografía eterna. Es la película que domingo a domingo nos entrega el futbol nuestro de cada día, digna del premio más reconocido por la Academia – una vez más, felicitaciones Racing – . El Oscar, tiene dueño…
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