Nadie duda que Manu Ginóbili y Lionel Messi son dos de los mejores deportistas argentinos que han alcanzado un reconocimiento mundial. Seguramente en los últimos años, los más valorados e idolatrados por su notable performance en su actividad deportiva.
En estos días, ambos fueron protagonistas de noticias que recorrieron el globo terráqueo. Ginóbili fue honrado por su club, San Antonio Spurs, de Texas, Estados Unidos, quien retiró la camiseta número 20 de manera tal que nadie más podrá usarla. Es el noveno en toda la historia del club, el primer argentino en lograrlo. Mientras que Lionel Messi fue premiado por su club, Barcelona Fútbol Club, por ser el autor del gol más importante en la historia del equipo culé. Se trata de aquel legendario gol que hizo Messi al Getafé en el 2007 por la Copa del Rey, visiblemente parecido – pero no igual – al de Maradona a los ingleses, eludiendo a cuanto rival se le puso enfrente, gambeteando al arquero hacia su derecha y definiendo con un pase gol para generar el festejo interminable y ser testigo de un gol inolvidable.
Podremos buscarles más parecidos pero en algo son muy distintos, “juegan distinto”, como dicen los jóvenes hoy en día, y hasta ha sido el slogan de TNT Fútbol con J. P. Varsky, M. Martin, H. Castillo y tanto otros. Ginóbili formó parte de un equipo que se caracterizó por ser “eso”, un “equipo”, un verdadero conjunto de grandes individualidades – que en algunas oportunidades descollaron en forma especial como el agónico doble de Manu a Serbia y Montenegro en el Mundial de 2004 que le permitió a Argentina pasar a cuartos de final – que se potenciaban mucho más cuando jugaban juntos, de manera tal que el todo siempre era “más” que la suma de las partes. Siempre tiraba el que estaba mejor, miles de cortinas para proteger a los mejores lanzadores o reboteros, humildad para ser suplente y esperar su momento, reconocer a los líderes pero, al mismo tiempo, cuestionarlos con respeto y argumentos, no “poner” amigos en el plantel para que las concentraciones sean más llevaderas, estar siempre presente, tanto en torneos mundiales, locales, giras, amistosos, ya sea en el Madison Square Garden como en Bahía Blanca o en Toay. Ninguna de estas cualidades se ha visto en la “Generación Plateada” que engloba a futbolistas como Messi – Agüero – Di María – Higuaín – Mascherano – Biglia – Lavezzi – Romero – Banega – Mercado, entre otros. Y un punto fundamental que marca la diferencia es una característica que ayer remarcó Manu en su notable discurso del “Retiro de la Camiseta Nro. 20”. El dijo algo así como “… He pasado momentos divertidos. Mis compañeros y entrenadores de la Selección. ¡Qué lindo fue jugar con ustedes! Saber que en cada cancha nos íbamos a cuidar la espalda, que si ganábamos la íbamos a pasar bien, pero si perdíamos, la pasábamos mejor, sabiendo que íbamos a estar juntos y nos íbamos a decir cosas invalorables…». Por el contrario, Messi, cuando perdía parcial o totalmente un partido jugando para la selección argentina, la pasaba realmente mal, sufría, se lo veía apesadumbrado, desaparecía de la cancha, se deprimía y, con él, todos sus compañeros. Siento que jamás se hizo fuerte en la adversidad, jamás deseó estar perdiendo 1-0 para sacar toda la garra y dar vuelta el partido, jamás pegó cuatro gritos cuando llegó al vestuario en un entretiempo para generar reacción y “valentía deportiva”. En síntesis, nunca advertí un espíritu de equipo que festejaba en las buenas, pero se hacía más inexpugnable, más fuerte, más poderoso en las malas, todo lo contrario. Hay miles de ejemplos: gol de Alemania en la final – Francia lo da vuelta en el Mundial de Rusia – eliminación histórica de Alemania en Sudáfrica – Penales en Copa América.
Son geniales, son asombrosos, son notables, son únicos. Pero son distintos. Más lo escribo y más me convenzo. No los estoy juzgando, simplemente me permito dar un punto de vista imparcial que me ha impactado ahora y siempre. Y con un agravante. No sólo Messi muestra este carácter. Creo que hemos sido testigo de toda una generación “plateada” que, ante la primera adversidad, se desmoronó, se cayó, se deprimió y nos decepcionó. Sabella casi logra consagrarlos, pero también se dio cuenta de que un suceso como el de la final del Mundial de Brasil podía repetirse en el ánimo de estos jugadores y no quiso continuar. Di María se lesionó mil veces, hasta antes de empezar los partidos, Higuaín perdió goles imposibles, Banega armó contragolpes a los contrarios, Mercado perdió marcas, el Kun tuvo un karma para hacer goles en mundiales hasta el de Rusia, Biglia perdió la cordura más de una vez. Son jugadores a quienes de una u otra forma le ha pesado mucho la camiseta, máxime en momentos trascendentes y, por sobre todas las cosas, en las malas, en las difíciles.
Ojalá que aparezca una nueva generación con otro espíritu, con un cuerpo técnico serio y responsable más una conducción dirigencial apta, profesional y muy seria… Cuánto costará traer tantos alemanes en un container???
#GrandeManu
No habrá ninguno, no habrá ninguno…